¿Qué es un Tocadiscos? ¿Quién lo inventó y en que año?

¡Ah, el tocadiscos! ¿Te has preguntado alguna vez qué es exactamente? Bueno, es un término que quizás los jóvenes de hoy en día no conozcan bien, pero seguramente sus abuelos o padres pueden contarles algunas historias al respecto.

Un tocadiscos, o como algunos suelen decir, «fonógrafo», no es más que un artilugio eléctrico que… ¡espera!, déjame decirlo de una forma más divertida: ¡es esa mágica máquina que da vida a los grandes discos de vinilo! Imagínate, pones este enorme disco en una plataforma que da vueltas y vueltas sin parar y ¡voilá!, la música comienza a sonar. Pero, ¿cómo? Ahí es donde entra en juego una pequeña aguja o, más técnicamente, un lápiz óptico. Esta aguja viaja, como un explorador audaz, por una ranura en espiral del disco.

Durante años, desde los rugientes años 20 hasta la estridente década de los 80, ¡este fue EL aparato que tenías que tener! Sí, antes de los iPods, Spotify y todo eso. ¿Y lo creerías? Aunque estamos en pleno siglo XXI, todavía hay quienes lo utilizan y aman, ¡como los aficionados al vinilo!

La magia sucede cuando la aguja, que sigue la pista espiralada del disco, siente las variaciones en la ranura, haciendo que vibre y, a través de algunos altavoces, se escuchen esos sonidos grabados. Es casi como un hechizo.

Y si te pica la curiosidad, fue Thomas Edison, sí, el mismo del bombillo, quien se le atribuye haber inventado el fonógrafo allá por 1877. Aunque su versión era un poco diferente y utilizaba cilindros de papel de aluminio. Luego, Emile Berliner propuso una mejora: ¡el disco plano! Y con un poco de chispa eléctrica, el tocadiscos que conocemos hoy en día vio la luz.

Así que la próxima vez que veas uno de estos «relicarios», piensa en todo el viaje que ha tenido que hacer para llegar hasta ti. ¡Y quién sabe! Tal vez te animes a darle una vuelta… ¡literalmente!

Piensa en un vinilo de 78 rpm, de esas antiguas joyas que giraban rápidamente en el tocadiscos. Aunque medían 10 pulgadas (sí, ¡un cuarto de metro!) su breve capacidad sólo les permitía contener unos 3 minutos de melodía. Así que si querías escuchar una serenata completa, ¡ay amigo!, tendrías que cambiar de disco constantemente.

Pero luego, como toda buena evolución, nace el LP. ¡Y qué maravilla! Su tamaño aumentó a 12 pulgadas, y su velocidad disminuyó a 33,33 rpm. Y la magia ocurre: un lado podía contener ¡45 minutos de música! Suficiente para dejarte envolver por una sinfonía completa o una lista de éxitos de tu banda favorita. Pero no sólo eso, la calidad del sonido se elevó, disminuyendo ese molesto silbido y distorsión, gracias a las grabaciones de alta fidelidad. Y con ello, el surgimiento de tocadiscos más sofisticados que podían cambiar discos automáticamente y tener altavoces estéreo. ¡Oh la alta fidelidad! De verdad que esos tiempos debieron ser un deleite para los audiófilos.

Y claro, ¿qué sería del mundo sin las adaptaciones? A pesar del grandioso LP, todavía anhelábamos las canciones individuales. Ahí nace el disco de 45 rpm, con 7 pulgadas, perfecto para esos hits del momento. Y quizás fue su tamaño, o la fascinación por algo más personal, que impulsó el nacimiento de tocadiscos portátiles. Imagina a los adolescentes de los 60s y 70s, con sus fonógrafos ligeros, disfrutando de sus canciones favoritas en el parque o en reuniones con amigos. ¡Todo un símbolo de rebeldía y amor por la música!

¡Qué tiempos aquellos! Aunque los dispositivos cambien, el amor por la música sigue intacto, ¿no te parece?

Los años 70 estuvieron cargados de novedad y revolución. Si bien el tocadiscos seguía siendo rey, nuevos contendientes aparecieron en la escena: ¡las cintas! Primero, nos encontramos con las curiosas cintas de ocho pistas. Eran grandes, rectangulares, y aunque tuvieron su momento de fama, su hermana menor, la cinta de casete, les robó el protagonismo.

¿Las razones? Bueno, las cintas de casete eran más pequeñas, más duraderas y, lo más importante, podían llevarse a todas partes. Imagina la alegría de llevar tus canciones favoritas en el coche, sin saltos ni sobresaltos, ¡una auténtica revolución para los melómanos de la época!

Pero, ¡espera! Los 80 traen consigo una nueva maravilla: el disco compacto, o CD. Con su brillante superficie y su capacidad de almacenar más música en alta calidad, no pasó mucho tiempo hasta que los CDs comenzaron a desbancar a los LPs. Las tiendas empezaron a mostrar estantes llenos de estas pequeñas maravillas circulares y, poco a poco, los discos de vinilo empezaron a desvanecerse.

La década de los 90 vio cómo los tocadiscos y los vinilos se convertían en piezas de museo, relegadas a las esquinas más olvidadas de las tiendas y a los recuerdos de los más nostálgicos. Pero, como suele ocurrir con las modas, todo lo que es viejo se vuelve nuevo de nuevo. A principios del siglo XXI, un renacer. La nostalgia y ese encanto especial que sólo el vinilo puede ofrecer hicieron que el tocadiscos volviera a tener un lugar especial en el corazón de muchos. Y sí, quizás no con la misma predominancia de antaño, pero con un fervor que demuestra que hay cosas que nunca pasan de moda. Porque, al final del día, la música no es sólo sonido, es experiencia.

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